17 de mayo de 2024
El manifiesto de una artista por el 1 de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores. Foto: Tatiana Sandoval
El sol pega fuerte en Quito, como no ha ocurrido en días anteriores. Distintos gremios de trabajadores están aglutinados en la Plaza de Santo Domingo con sus carteles y con las consignas que han preparado para defender sus derechos con toda la fuerza de sus pulmones. Entre las organizaciones están los trabajadores de la cultura. “No vivimos de aplausos, presupuesto ya” se lee en la pancarta que acaban de desenrollar.
Trabajadores de la cultura estuvieron presentes en la marcha por el 1 de Mayo que tuvo como punto de encuentro la Plaza de Santo Domingo. Foto: Tatiana Sandoval
Es 1 de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, y quienes laboran en la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE) decidieron sumarse a la movilización. Ellos exigen el pago de los sueldos que, desde noviembre de 2023, el Ministerio de Economía y Finanzas adeuda a los proveedores y al personal en la modalidad de facturación. A la par, reclaman un seguro social para los artistas y gestores culturales.
En la marcha participa Fernando Cerón Córdova, presidente de la Sede Nacional de lo que hoy se denomina la “Casa de las Culturas”. Resalta que continúan luchando por un seguro social que permita mejorar las condiciones de vida de los artistas del país.
Fernando Cerón, presidente de la Sede Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, marchó junto a otros trabajadores de la cultura en defensa de una agenda que reconozca al arte no como un espectáculo, sino como un proceso que requiere formación educativa. Foto: Tatiana Sandoval
—Existen compañeros y compañeras que padecen enfermedades catastróficas y lo único que podemos hacer es acompañarlos en la organización de conciertos solidarios para la recaudación de recursos, ya que hay una permanente ausencia del Estado —menciona con preocupación Fernando.
Edificio del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) ubicado en la avenida 10 de Agosto y Bogotá. Fotografía: Tatiana Sandoval
El artículo 21 de la Ley Orgánica de Cultura, publicada en el Registro Oficial el 30 de diciembre de 2016, puntualiza que el Estado, mediante el ente rector de la Cultura y el Patrimonio, “establecerá una modalidad de afiliación para los profesionales de la cultura, el arte y el patrimonio, que se asimilará al régimen que la legislación vigente establece para los trabajadores autónomos…”
El procedimiento ya se estableció y exige la inscripción en el Registro Único de Artistas y Gestores Culturales (RUAC), cuyo trámite es gratuito y se lo realiza desde la página web del Ministerio de Cultura y Patrimonio. Además, la base de aportación no puede ser inferior al Salario Básico Unificado (SBU), que actualmente corresponde a USD 460. Este seguro, que cubre enfermedad, maternidad, riesgos del trabajo, vejez, muerte e invalidez, contrasta con la afiliación voluntaria de los trabajadores autónomos en las opciones de pago. Es decir, solo para los artistas y gestores culturales se acordó que los pagos sean cuatrimestrales o mensuales, debido a que en su gran mayoría no se encuentran en relación de dependencia.
David Narváez Burbano, director nacional de Afiliación y Cobertura del IESS. Foto: Malena Guerrero
Pese a esta modalidad de pago, de 40 mil artistas y gestores culturales que están registrados en el RUAC a nivel nacional, solo 647 (1,62%) están afiliados al IESS desde 2017 hasta abril de 2024. Este dato es revelado por David Narváez Burbano, director nacional de Afiliación y Cobertura del IESS. El funcionario público alega que no se ha logrado la cobertura esperada por dos motivos: falta de conocimiento sobre el seguro y sus beneficios o desinterés del sector artístico y cultural.
Fuente: David Narváez, director nacional de Afiliación y Cobertura del IESS. Elaboración propia
Quienes se han afiliado con el monto del salario básico pagan alrededor de USD 80 mensuales. Mas, si la situación económica del artista o gestor cultural le permite afiliarse con una suma mayor, puede realizar el cambio. Esta variación es posible gestionarla en cualquier momento en la plataforma digital del IESS. No ocurre lo mismo con el periodo de pago, pues este rige por un año. Esto significa que, si durante 2024 el artista optó por los pagos de manera mensual, debe esperar el nuevo año para cambiarlos al modo cuatrimestral. Es la explicación de Narváez.
Cuando le consultamos si ha considerado que el mayor motivo por el que los artistas y gestores culturales no se afilian al IESS obedece a que no están percibiendo un salario básico mensual y que, como indica Fernando Cerón, el 49% de ellos no cuenta con un trabajo adecuado en su profesión, el funcionario responde:
—Si una actividad que yo ejecuto no me da lo suficiente para vivir, seguramente la cambio. No puedo seguir haciendo lo mismo por más convicción que yo tenga. En consecuencia, hay que buscar otras actividades para poder llegar al sustento básico.
Dejamos a Narváez en su despacho y avanzamos en este relato con la otra cara de la moneda, donde están quienes por mucho tiempo se han dedicado al arte y a la cultura.
Javier Pineda, director y productor general de la Fundación Cultural Ñucanchi Allpa Ballet Folklorico Nacional. Foto: Malena Guerrero
Al día siguiente de la marcha, el profesor Kury Javier Pineda nos recibe en su oficina. Él es creador, director y productor general de la Fundación Cultural Ñucanchi Allpa Ballet Folklorico Nacional, que en la actualidad está conformada por más de 170 bailarines. Junto a ellos se prepara para celebrar en agosto de 2024 el aniversario número dieciocho de esta institución independiente, que desde sus inicios se propuso mantener y difundir la cultura del Ecuador mediante la danza. Los ensayos se realizan en sus dos sedes, una en la Casa Comunal de la Comuna de Santa Clara de San Millán y otra en el Gad Parroquial de Tumbaco.
Cuando entramos en materia de presentaciones, destaca con un sabor agridulce su participación en la posesión del presidente Daniel Noboa Azín, el jueves 23 de noviembre de 2023.
—Imagínate que a mí me dicen desde la Presidencia del Ecuador, ¿Javier, puedes apoyarnos para la posesión del presidente Noboa? Yo les digo sí. Cuando les pregunto cuánto hay de presupuesto, me contestan: Lo que puedo darte es bus—narra Javier con una perplejidad que todavía se desborda en su mirada.
Reconoce que presentarse en esta clase de eventos es un gran impulso a nivel artístico y profesional. Añade que el trabajo de Ñucanchi Allpa no puede estar guardado entre cuatro paredes. Por eso, aceptó sin más remedio que gestionar por su propia cuenta el financiamiento para brindar al menos un refrigerio a los sesenta bailarines que lo acompañaron.
—Eso pasa con nosotros que ya tenemos una importante y larga trayectoria. No me imagino lo que pasa con los grupos más pequeños. Yo afortunadamente no tengo hijos ni que pagar arriendo, pero los compañeros que tienen que sustentar su hogar la pasan terrible —expresa Javi, como lo llaman con confianza sus amigos.
Queda claro que aquella presentación en el Palacio de Carondelet fue gratuita, como tantas otras para diferentes instituciones públicas. Sin importar si hay o no un reconocimiento económico, asegura que siempre el equipo de bailarines actúa con todo el profesionalismo.
—¿Volverías a aceptar una invitación del palacio de Gobierno en esas condiciones? —le preguntamos a Javier.
—Por vitrina, sí. Muchos de los chicos que vienen a la fundación quieren colocarse los trajes y lucirse bailando. Pienso que en los programas organizados por la Presidencia tienes visibilidad en los medios de comunicación y haces contactos.
—¿Entonces las autoridades se aprovechan de esto?
—Bastante, la verdad.
Ñucanchi Allpa ha logrado mantenerse con el aporte de los estudiantes, quienes pagan mensualmente USD 20. Con este valor se sustentan vestuarios y espacios físicos. Otro ingreso económico se genera cuando son llamados a presentarse en hoteles y haciendas.
—La empresa privada es la que mejor nos trata y la que mayormente nos contrata. Este es el principal rubro para nuestra fundación —asegura el maestro quichua-otavaleño.
Javier es parte de la gruesa lista de artistas y gestores culturales que no están afiliados voluntariamente al IESS. Por eso, si se enferma, tiene que buscar opciones para hacerse atender o comprarse una pastilla en la farmacia para continuar en sus labores con niños, jóvenes y adultos en los que busca la ocupación del tiempo libre y el afianzamiento de la identidad.
—Es difícil pagar un seguro teniendo que sustentar a una agrupación numerosa de bailarines —sostiene el instructor de danza folclórica.
La última actuación de Ñucanchi Allpa fue el pasado 30 de abril en la tercera edición de “Danzantes de la Mitad del Mundo”, un homenaje en vida a los maestros de la danza. Para utilizar el Teatro Nacional de la CCE, lugar donde se realizó el evento, Javier se acogió a la figura de coproducción.
—Esto consiste en que te prestan el espacio, los técnicos, las luces, pero tú tienes que darle a la CCE el 30% de toda tu taquilla. Volví a entrar después de un año a este teatro y se han dado el lujo de poner papeles blancos con la advertencia “butaca dañada”. Los camerinos están hechos pedazos. Por si fuera poco, me tocó sacar el permiso de los Bomberos, la Intendencia de Policía, contratar guardias, ambulancias, pagar al personal encargado de boletería, alimentación y transporte —expone Javier.
Durante la marcha del 1 de Mayo, una manifestante sostiene un cartel con la leyenda: “Más libros, más lecturas, trabajadores de la cultura”. Foto: Tatiana Sandoval
De acuerdo con Fernando Cerón, anteriormente, por todos los núcleos provinciales, recibían del Estado USD 24 millones, hoy no llegan ni a los USD 12. A esto podría atribuirse la falta de mantenimiento de la infraestructura de la CCE. Al margen de lo mencionado, cuando se le interroga por el uso de los espacios con los que cuenta la Casa de las Culturas, argumenta que a la fecha se está regularizando el funcionamiento de los 17 centros culturales independientes disponibles y haciendo una convocatoria pública mediante la página web institucional que tiene como objetivo el “Fomento para el uso de espacios”.
Captura de pantalla de la pieza gráfica realizada para la “Convocatoria Fomento para el uso de espacios” publicada en la página web de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
—Quienes resulten ganadores podrán acceder a estos espacios sin ningún costo, aunque los artistas cobren por su presentación. Asimismo, se cubrirán los gastos de los permisos que son altos y pueden superar los USD 500. También se costeará la movilización y hospedaje para quienes vengan de provincias —explica el director nacional de la CCE.
También menciona que lugares como el Teatro Nacional solo pueden ser entregados de manera gratuita si el evento que se organiza no tiene costo. Esto es porque la Contraloría General del Estado prohíbe la prestación de espacios sin cobro; caso contrario, se pueden impulsar glosas a los funcionarios involucrados en estos casos.
—Los mecanismos legales nos obligan a nosotros como institución a alquilar los espacios. El Teatro y el Ágora tienen un valor por cada espectáculo de USD 5 mil y USD 4 mil, respectivamente, más el IVA.
El profesor Javier, quien inició como bailarían hace más de 25 años desde una escuela de formación, afirma que tuvo conocimiento de este concurso público, pero que desde su perspectiva no resulta rentable, pues los requisitos son como si se pretendiera acceder a un préstamo bancario de USD 30 mil.
—La burocracia nos ha llevado a desistir de participar en este tipo de concursos —lamenta Javier.
Hablar sobre la Secretaría de Cultura del Municipio de Quito desencadena otro episodio. Javier manifiesta que desde la declaratoria del “conflicto armado interno” en Ecuador no han recibido ninguna invitación de esta entidad. Y en el caso de ser llamados, el Municipio no los contrata directamente, sino que se lo hace a través de un productor que se lleva el 25% de la ganancia por cada artista.
—Si el Municipio de Quito le dice a la Secretaría de Cultura, queremos a Ñucanchi Allpa o al Ballet Andino Humanizarte y tenemos mil quinientos dólares para contratarlos, el productor luego viene y te dice: “Saben que tenemos ochocientos dólares para ustedes”. Para variar, te pagan varios meses después. Por ejemplo, cuando bailamos en fiestas de Quito, recién nos pagaron en marzo.
En cuanto a los espacios que son de propiedad del Distrito Metropolitano de Quito, como el Teatro Capitol, estos solo pueden ser facilitados si no se cobra por la función.
—¿Pero de qué subsistimos? —pregunta con indignación Javier —. En las festividades de Quito se gastan hasta medio millón de dólares en artistas internacionales y a nosotros nos dicen, vengan a bailar, tenemos cien dólares, les pueden servir y pónganse unas 60 personas. Encima, dicen que no pueden gestionar el refrigerio.
Adriana Ortiz, técnica en la Secretaría de Cultura del Municipio de Quito. Foto: Malena Guerrero
Ante lo proclamado, nos dirigimos a la Secretaría de Cultura del Municipio de Quito para conocer el proceso de contratación de artistas y gestores culturales locales. Adriana Ortiz, técnica de esta dependencia, nos comenta que una vez que se definen las ideas de la programación de los eventos, se decide qué artistas podrían participar.
—Lo que hacemos es analizar los perfiles de los artistas que se requieren, dependiendo de la magnitud del evento. Al ser costeados con fondos públicos, los eventos también tienen que representar un costo-beneficio para la ciudad. Por eso, en algunos espectáculos, se trata de contratar a los artistas de mayor renombre nacional —aduce la funcionaria municipal.
Sobre el costo-beneficio nos aclara que la inversión que realiza el Municipio de Quito con los recursos de los ciudadanos se recupera con el número de personas que asistan al evento. En otras palabras, el alcance que se tenga con el público es lo relevante, pues se dinamiza la economía.
Con respecto a los productores, Adriana dice que se trabaja en función de la Ley Orgánica del Sistema Nacional de Contratación Pública, que regula este asunto.
—Lo que nosotros hacemos en este tipo de eventos son licitaciones por toda la programación. Para precautelar un pago justo, contratamos uno o varios productores encargados de contratar a los artistas.
A lo dicho en las líneas anteriores, agrega que del valor que solicitan los artistas por su servicio no se descuenta el pago a los productores, pues esta tarifa se costea aparte.
En lo que atañe a los espacios municipales, como es el caso del Teatro Capitol, Adriana arguye que este es un bien sin liquidez, pero que, cuando se usa, se convierte en un monto de apoyo para el artista que ya no tendría que pagar el alquiler de lugares privados. En otros términos, se puede usar el espacio de forma gratuita, pero no se puede cobrar entrada al público, tal como lo mencionó Javier. Sin embargo, hay temporadas en las que el teatro contrata artistas, a través de la programación de eventos que realiza la Secretaría de Cultura, y estos reciben un pago.
Entrevista a Christian Pincay, instructor de danza en Ñucanchi Allpa. Foto: Malena Guerrero
El día que entrevistamos a Javier, también nos recibió Christian Pincay. Él es profesor en Ñucanchi Allpa. Tiene 33 años. Ingresó a los 17 a la fundación en la que por primera vez se inmiscuyó en la danza folclórica. Actualmente, da clases de calentamiento en la sede de Tumbaco y recibe una remuneración que la complementa con el trabajo de bartender.
—A los artistas nos tienen muy aparte. La gente nos admira por lo que hacemos, pero no tenemos apoyo económico. Las instituciones no se dan cuenta de que la danza les permite a muchos jóvenes a que consuman arte, en lugar de drogas —relata Christian.
Entrevista a Zamira Mantilla, danzante en Ñucanchi Allpa. Foto: Malena Guerrero
Antes de iniciar con su ensayo, Zamira Mantilla nos otorga un poco de su tiempo. Ella tiene 51 años y pasó a ser miembro de Ñucanchi Allpa hace seis años. Previamente practicaba la danza árabe. La dejó porque es de alto impacto, ya que se trabaja mucho con punta de pies y sus rodillas se lesionaron. En cambio, la danza folclórica se desarrolla más con pie plano. Esta es su pasión; no obstante, también trabaja en el área administrativa de la Universidad Andina Simón Bolívar.
—Lamentablemente, el gobierno y sus instituciones hacen gastos muy onerosos en otras actividades. La cultura no está dentro de sus prioridades y por eso nuestro trabajo está precarizado. Durante el periodo de la pandemia de la COVID-19 fue muy duro. Muchas organizaciones cerraron, porque no tuvieron medios para subsistir. En nuestro caso, el maestro Javier continuó y nuestros ensayos se hicieron mediante la plataforma Zoom —recuerda Zamira.
Edison Cifuentes, danzante en Ñucanchi Allpa. Foto: Malena Guerrero
Edison Cifuentes hace un espacio para ser entrevistado antes de su ensayo. Él tiene 27 años, pero baila desde los 7. En Ñucanchi Allpa lleva ocho años y se desempeña como instructor de danza en un colegio municipal. Confiesa con alegría que en la fundación no solo se aprende a bailar, sino también a coser, bordar, secar una blusa, doblar un anaco, ayudar a las chicas a maquillarse, a hacer sus fajas de cabello, porque la danza implica todo un proceso.
—A los artistas nos miran como si en cada presentación solo fuéramos por un sánduche y una cola y a veces ni eso nos dan. No son conscientes de todo el esfuerzo que hacemos, pues para bailar necesitamos mucho tiempo de ensayo —nos conversa Edison desde su experiencia.
Daniela Pabón marcha el 1 de Mayo junto a su compañero en representación de la Red Ecuatoriana Cultura Viva Comunitaria y el Festival -Violencia +Cultura. Foto: Tatiana Sandoval
A la develación de estas realidades se suman las recogidas en la otra marcha del 1 de mayo que partió desde la Caja del Seguro del IESS. Entre toda la multitud encontramos a Daniela Pabón, quien es integrante de la Red Ecuatoriana Cultura Viva Comunitaria que enfoca su trabajo en los barrios y comunidades. Desde 2023 impulsan la campaña “Menos violencia, más cultura”. Precisamente, es lo que demandan del Estado en ese día conmemorativo.
—Creemos que el arte es fundamental en la época actual de inseguridad, porque no solamente podemos tener una política de guerra, de armas, de estados de excepción permanentes, sino que hay que invertir en arte y cultura —reflexiona Daniela.
Anualmente, realizan un Festival de Artes en octubre. El año anterior convocó a más de mil personas que marcharon 2,3 kilómetros desde la calle Mariscal Foch hasta la Plaza De Toros Belmonte. En 2024, el festival se realizará en las calles de Cotocollao.
—El sector cultural está lleno de estigmas. No solo se trata de destinar presupuesto para hacer eventos, sino creer que el arte y la cultura pueden transformar la ciudad.
Daniela aprovecha la ocasión para referirse al espacio público que sigue siendo inaccesible para los artistas, pues para usarlo, así se trate de eventos gratuitos, se enfrentan a toda una burocracia que impone una serie de requisitos.
El Palacio de Gobierno volvió a ser vallado, después de la declaratoria del “conflicto armado interno en Ecuador” (9 de enero de 2024). Foto: Tatiana Sandoval
—Ahora tenemos un Centro Histórico que está vallado, cuando debería estar lleno de arte. Es posible ocupar los espacios con arte y con eso mejorar la seguridad —lo dice Daniela con el sentimiento de impotencia que la embarga con justa razón.
Sonia Logroño junto a su compañero sostiene la pancarta que contiene las palabras “Bloque Cultural”. Foto: Tatiana Sandoval
Más adelante se encuentra su colega, Sonia Logroño, quien como muchos artistas está atenta a todas las convocatorias de las instituciones. Dedicarse o, más bien, vivir de los proyectos significa solo trabajar por seis meses. Otras de sus ocupaciones son las fiestas infantiles y las animaciones. Ella tiene una casa de acogida para los artistas que trabajan en la calle, sobre todo los chicos que actúan en los semáforos. Asevera que son quienes reciben mayor discriminación. Se obstaculiza su acceso al espacio público y casi siempre son arrestados por los policías como si fueran delincuentes.
—El presupuesto que más se recorta es el de arte y cultura, pues no se comprende que es una herramienta de transformación de la sociedad. Por eso, hay que seguir luchando para dignificar a los trabajadores del arte —expresa con firmeza Sonia.
Es evidente que los trabajadores del arte y la cultura no gozan de las mismas condiciones laborales y, por ende, económicas. De ahí que, la gran mayoría no cuenta con recursos para pagar un seguro voluntario, aunque existan dos alternativas de pago.
Por otro lado, mientras los artistas locales sean contactados por distintas entidades públicas o privadas para que se presenten gratuitamente con la idea de que se les está dando la oportunidad de hacerse conocer, su realidad no cambiará. Si el Estado no da ejemplo de inversión en este sector, no impulsa su consumo y no lo coloca en su agenda como respuesta y salida a diversas problemáticas sociales que han desatado una grave crisis de inseguridad y violencia en el Ecuador, estas historias se seguirán repitiendo detrás del telón.
Al cierre de esta investigación, destacamos las palabras de Javier Pineda: “No maquillemos la precariedad que vive el arte en el Ecuador”. Aunque desde el aparato estatal se defienda que se trabaja por el arte y la cultura, no se ha hecho lo suficiente. Las funciones de los artistas y gestores culturales deben continuar, pero en condiciones laborales justas, porque los aplausos no alcanzan para vivir con dignidad.
Cartel de los trabajadores de la cultura con el eslogan: “Trabajamos por el arte. Trabajamos por las infancias. Trabajamos para que este sea un mejor lugar para vivir”. Foto: Tatiana Sandoval
Vídeo con extractos de las entrevistas y la marcha del 1 de Mayo.
Autores: Tatiana Sandoval (Redacción), Dayana Calderón y Joel Logaña (Reportería), Malena Guerrero (Fotografía), Heidy Paca (Edición Multimedia)
Comments