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¿Qué ocurría en la FACSO? Un sábado de voluntariado

Autora: Emilia Castro Salazar


Fotografía cortesía de MediaFacso

Era un sábado soleado, un cielo azul que abrazaba todo el sur de Quito. Mi madre y yo decidimos salir de casa, una casa con una fachada de color beige y con un azulejo que se asemeja a los ladrillos antiguos. Al atravesar la puerta negra salimos a la calle directamente a la tienda. Las calles estaban vacías, casi desérticas, los únicos peatones eran los perritos callejeros que buscaban desesperados algo de comer o beber. Alrededor de las ocho de la mañana nos dirigíamos con mi madre a la tienda del barrio para preguntar cómo podemos llevar víveres a los manifestantes puesto que el transporte estaba muy escaso por el sur.


Nos atendió la dueña de la tienda, la señora Lucía, una mujer de unos 40 años, oriunda de Latacunga nos supo decir que ella con su marido llevan comida en su camioneta familiar y que ellos nos pueden ayudar a llegar a la Facultad de Comunicación Social (FACSO). Nos enumeró las cosas que eran necesarias y que podemos llevar. Debíamos encontrarnos a las once de la mañana y empezar nuestro camino. Fuimos a la tienda de abastos más grande de Chillogallo a comprar todo lo necesario, allí pudimos adquirir: alcohol, gasas, alimentos enlatados, golosinas para los niños, avena, arrocillo y artículos de aseo.


Al llegar nos dijeron que debemos salir con prisa porque el dirigente indígena Leonidas Iza tenía pensado hacer una reunión con todos los manifestantes y ellos debían escuchar para saber cómo seguir colaborando. Llegó una camioneta roja de doble cabina, un poco vieja y descuidada. Al estacionarse subimos todos los productos y ropa que necesitaban para continuar con la lucha.


Al sentarnos dentro de la camioneta se subió un joven delgado, con el cabello muy corto y negro, de unos veinte años, iba con un jean negro y una chaqueta gris, no se despegaba de su cámara de fotos profesional negra, quería capturar todas las imágenes posibles de estos duros momentos que estaban ocurriendo en el país. Saludó a todos los que íbamos en el vehículo y dijo que se llamaba Antonio. Al principio estaba preocupado y serio, pero a medida que avanzaba el trayecto fue hablando más sobre las protestas y todas las injusticias que se habían producido durante la semana. Dijo que él había llegado el día martes junto con su comunidad. El miércoles él asistió como voluntario a la marcha y había ido todo bien hasta llegar a la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Al llegar allí la policía empezó a lanzar bombas de gas lacrimógeno donde estaban niños, mujeres y adultos mayores. Las personas les pedían a los policías que paren porque estaban realizando una marcha pacífica, pero ellos hacían caso omiso de sus plegarias.


Antonio también nos contó que sin el apoyo de los paramédicos y médicos no hubiesen aguantado tanto tiempo. Dijo que las personas mayores decidieron venir porque a la mayoría les quitaron el bono de ayuda que tenían, y no les salía rentable sembrar porque estaba caro el abono y la gasolina. Mientras nos contaba los motivos de iniciar el paro no podía evitar disimular en su rostro el malestar por las injusticias que se estaban cometiendo.


Al llegar a la calle Bolivia, donde se encuentra la FACSO, aparecieron muchas personas con su rostro cansado, otras decepcionadas. Reinaba un ambiente desolador donde una energía de melancolía alimentaba el aura, era contagioso y los que acabábamos de llegar sentimos una inmensa tristeza de ver que la lucha no estaba dando sus frutos. Al llegar al punto de encuentro los manifestantes nos pedían agua y algo de comida. Empezamos a repartir agua. La señora Lucía nos presentó con el líder de su comunidad y dijo que le diéramos los productos para que los distribuya. Mi madre y yo nos acercamos a él, nos saludó muy amistoso y agradecido por apoyarlos. Nos dio la mano y mi madre les dijo:

- Muchas gracias a ustedes por venir y luchar por nosotros que somos cobardes y si ustedes no hubiesen llegado jamás tendríamos la valentía de salir.

El señor dijo que debemos seguir luchando por nuestros derechos y no dejarnos derrotar porque eso es lo que ellos quieren, ver un pueblo vencido. Empezamos a repartir ropa abrigada, pues esa semana estaba demasiado fría y lluviosa. Nos agradecieron y nos dijeron que debían ir a bañarse y a descansar porque estaban desde el lunes 20 de junio en Quito. Necesitaban dormir un poco para luego regresar con más personas porque la luchar sigue. Se despidió de nosotras con un gran apretón de manos y nos deseó mucha suerte.


La señora Lucía nos dijo que vayamos dentro de la universidad porque el líder Leonidas Iza tenía que dar indicaciones sobre lo que debían hacer. Le pregunté a la señora Lucía cómo había llegado a la conclusión que debían salir al paro, ella me dijo que Leonidas Iza es el vocero de todas las decisiones que ellos por mayoría toman, se organizan por familias y van los miembros que desean. En representación de su familia fue un primo de 17 años, él vive solo con su madre y sus abuelos, como la señora Lucía vive en Quito también su primo va en su representación.


Al caminar, Antonio iba haciendo fotos de todo lo que podía para plasmar que la mayoría de quiteños los apoyamos y estamos orgullosos de su valentía y valor. Nos dijo que nos acercáramos nosotras también porque en la comunidad todos somos bien recibidos.


Llegó el líder de la CONAIE y saludó a todos los asistentes de forma cordial. Vestía un pantalón marrón de tela, su poncho rojo característico y un sombrero de color marrón algo desgastado, dijo que vayamos al centro de las canchas de la Universidad Central del Ecuador para que todos escuchemos y sepamos lo que debíamos hacer a lo largo de la semana. Informó de la denuncia que le va a poner el Estado por vandalismo y que los abogados de la CONAIE están trabajando para liberar a todos los detenidos fruto de este paro.

Para finalizar la reunión dijo que se debe realizar una minga en la Casa de la Cultura para que todo quede bien. Antes de despedirse dijo que la paralización no finaliza mientras no haya respuesta del gobierno sobre los diez puntos que el país está solicitando. Se despidió de igual manera muy amable y la mayoría de los presentes le gritaba que muchas gracias por la lucha y sobre todo, por su firmeza en los momentos más duros.


Las personas empezaron a dividirse y decidir quienes iban a limpiar la Casa de la Cultura y quienes se van a descansar, de forma ordenada se fueron formando los grupos y seguían saliendo camiones de transporte de ganado con personas que se merecían un descanso, pero antes de irse prometían que el lunes estarían nuevamente al pie de lucha.


Se acercó a nosotras la señora Lucía y dijo que debíamos irnos porque necesita encontrar un tanque de gas antes del lunes para dejarlo otra vez en la universidad. Durante el trayecto de regreso a casa nos dijo que estaba muy esperanzada en que esa semana se termine el paro, pero eso sí, que se acepten los puntos porque afecta a todo el pueblo ecuatoriano.

Le preguntamos con qué debíamos ayudar para el siguiente sábado y nos dijo que necesitaban ropa de hombre y de mujer porque los manifestantes vinieron con lo que estaban puestos. Llegamos a Chillogallo con un profundo sentimiento de admiración y respeto hacia los manifestantes que pese a ser tachados como “terroristas” no se dejaron vencer y luchan por todos nosotros por un país mejor y más equitativo.




Editores: Lcdo. Byron Rodríguez y Valeria Ocaña

Docente: María Sol Yépez




Nota:

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad de los autores y no corresponde a la opinión de MediaFacso.


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