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Diario de 18 días: Paro en Ecuador

Autor: Juan Carlos Jiménez

"24 de junio. Día 12 del paro en Ecuador, y también mi cumpleaños. Nunca he sido mucho de celebrar esas fechas. Pero, por alguna razón, ese día me levanto más temprano de lo usual".

Fotografía cortesía de Media Facso

Cuando regresé de comprar en la panadería, y ví a lo lejos llantas quemadas a lo largo de la calle, supe que estaba sucediendo de nuevo. Como era de costumbre, todos los días a las ocho de la mañana.

- Diez panes y dos leches, por favor -.

Llego a mi hogar, una casa de dos pisos color blanco con un cercado de ladrillo que ya poco tiene de anaranjado. Enciendo la televisión y sí, estaba pasando, el lunes 13 de junio del 2022, Ecuador volvía a paralizarse.

Los medios de comunicación lo habían advertido días antes. Los indígenas estaban molestos con la administración del presidente Guillermo Lasso. Ellos y la ciudadanía aseguraban sentir inseguridad en las calles a toda hora. La salud a nivel nacional en emergencia. Educación de mala calidad; la gasolina había subido otra vez de precio. Faltaban otros puntos que acotar, pero este último, para muchos, fue la gota que derramó el vaso.


La pantalla de 55 pulgadas de la sala del primer piso se mantenía encendida. A la par, una radio pequeña color azul acompañaba las noticias de último momento. El celular no podía faltar, sintonizando distintos canales de medios digitales y periodistas freelance que emitían, en vivo, la situación del país. En la tarde, la mayoría de los medios llegaron a una misma conclusión, el primer día de paro en Ecuador había sido mucho menos de lo esperado. Me calmo, apago todo, subo a mi habitación esquinera a dormir.


Martes 14 de junio, se encienden las alarmas. Apenas despertar, con la vista borrosa y la cabeza pesada, alcanzo mi celular en la veladora y abro Instagram. Leonidas Iza, presidente de la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), había sido detenido en la madrugada. Incluso antes de averiguar el por qué de la situación, mi mente imaginaba los peores escenarios para el país. Octubre del 2019 volvía a los recuerdos una y otra vez, y al parecer no me equivocaba.


A las pocas horas, Iza queda en libertad condicional. No podrá salir del país, y deberá presentarse periódicamente en una Fiscalía. «Buena jugada», pienso; pero ese pequeño desliz del gobierno hizo que los simpatizantes del líder de la CONAIE enfurezcan. Mientras pasa la tarde, las manifestaciones que se supone serían pacíficas, se convierten de a poco en un conflicto violento.


Sin embargo, mis obligaciones siguen. Me conecto a las clases en línea que tengo programadas en mi calendario. Los profesores tocan brevemente el tema coyuntural del Ecuador, invocan palabras de aliento y permisos para los estudiantes que quieran salir a protestar por sus derechos, y luego siguen con la cátedra. Termina el día, el noticiero de la noche muestra múltiples intentos de saqueos en la costa y sierra. «¿Por qué hacen eso?» me pregunto, nada puedo hacer.


Tercer y cuarto día del paro, la situación caótica se agudizaba cada vez más. El objetivo de las comunidades, llegar a Quito; pero mientras tanto, violencia sin control en Ibarra, Riobamba y la Capital. Leonidas Iza brinda una rueda de prensa, lo veo en el celular, “Paro indefinido” alega. La cosa está muy lejos de calmarse. Aún no salgo de casa, «es peligroso» dice mi madre, «es mi vocación» pienso yo. Pero me quedo, entre la familia y la profesión nunca habría que elegir. Para unos, la familia; para otros, el trabajo.

Declaraciones de Leonidas Iza, presidente de la CONAIE. Fuente: Wambra Medio Comunitario

Conforme pasan los días, los manifestantes, indígenas, transportistas y estudiantes, endurecen las medidas en las carreteras. Los camiones que llevan suministros de primera necesidad a las ciudades no pueden pasar. Como repercusión casi inmediata, el precio de los alimentos se incrementa hasta casi el doble. En mi casa aún hay comida. Nos sentamos en asamblea a discutir la situación en la mesa de la cocina, decidimos esperar unos días más sin comprar nada; todo está caro. «Todo mejorará» pensamos.

Después de dedicar unas pocas horas al ocio, redes sociales, videojuegos y deberes acumulados, me acuesto a dormir. «¿Es común no preocuparme demasiado por la situación?», lo dudo. Por algún motivo, había pasado más de seis días en casa, tranquilo, confiado de que todo acabaría pronto. Mi mente, tengo que ser sincero, estaba en otro lugar lejos de la coyuntura de mi país. Mi cumpleaños, el cumpleaños de mamá, el techo de la casa de mi abuela, un posible viaje.

Día séptimo del paro en Ecuador. El presidente ha decretado estado de excepción en las principales provincias conflictivas del país. Hay los primeros heridos de gravedad en las protestas. Incluso, se dice que hay un muerto, nada confirmado todavía. Al ser fin de semana, los aires se calman un poco. Los manifestantes deben comer, el país necesita oxígeno, así que el domingo brinda un aire de calma en todo el territorio. Aprovechamos, salimos, compramos. Mi madre sale con un poncho color rojo.

- Por si acaso nomás -.


Yo, con otro igual, pero de color gris; habíamos visto que llevar puesto un atuendo así, era prácticamente como llevar un salvoconducto. No hay buses, así que tenemos que caminar cerca de cuarenta minutos para llegar al centro de abasto más cercano. Todo está caro todavía, pero tenemos que comer. Ni modo, lo que haya para la casa.

Comienza la segunda semana del paro. Las cosas comienzan a salirse de control. Los docentes de mi facultad, como militantes de izquierda, suspenden las clases temporalmente. Saben que el país no está para eso. Cada vez más, estudiantes de la Central, Politécnica y exalumnos del Mejía se unen a las masas protestantes. Unos en centro de acopio, otros reportando lo que sucede, y los restantes en la primera línea de la guerra.

Los días pasan, caen los primeros muertos del bando policial, así como también el lado de los manifestantes. El Trébol, La Patria, La Amazonas, Chillogallo, Carapungo, La Universidad Central; todos, puntos base de los encuentros entre las fuerzas del orden y los pueblos luchadores. Necesito salir, necesito sentir la realidad de la situación. Los medios mienten. ¿Todos? no lo sabemos. Así que me preparo, como, reviso que hoy nuevamente no habrá clases, salgo, camino tres cuadras recto, luego subo una cuesta de otras dos cuadras, llego a la principal, no hay buses. El lugar en donde vivo no es un sitio de conflicto, pero si una arteria vial importante de tránsito vehicular y entrada de las ciudades vecinas. Hago cálculos, si camino me tardaría más de dos horas en llegar hasta mi objetivo. Lo pienso, me regreso. Hoy no habrá realidad en mis ojos.

24 de junio. Día 12 del paro en Ecuador, y también mi cumpleaños. Nunca he sido mucho de celebrar esas fechas. Pero, por alguna razón, ese día me levanto más temprano de lo usual. Recorro la casa, no hay nadie. A la media hora, llega mamá.

- Dos zanahorias chiquitas por un dólar -.


No habrá pastel ni celebración, el dinero y la comida escasea, mis veintitrés años pueden esperar. Sin embargo, pareciera que los humos se están disipando. Todos se miran cansados, Guillermo Lasso llama al diálogo, la CONAIE lo comienza a pesar. Así fue, dos días después el estado de excepción se derogaba, y la Casa de la Cultura se habilitaba como base para los pueblos y comunidades indígenas.

Manifestantes indígenas en El Ejido. Fuente: Wambra Medio Comunitario

Tercera semana del paro nacional en Ecuador. Me siento cansado de todo. No quiero ver la televisión, tampoco mi celular; pero lo hago. Entro a las redes sociales, mi grupo de amigos y conocidos se reparten en apoyo para uno y otro lado. Yo, no sé muy bien qué pensar. Entonces, como siempre, camino en la mañana a la panadería que queda a tres cuadras a la derecha de mi casa.


- Diez panes y dos leches, por favor -.

Vuelvo, desayuno, y comienzo a hacer el almuerzo.

- Ma, ¿cree que podamos llegar al aeropuerto este viernes?


- Habrá que ver. Si no, a pie como los jugadores olímpicos.

- ¿A qué hora viaja usted?


- Con estar allá antes de la noche, me conformo.

Mientras me dedico a preparar la comida, apago el televisor que hasta entonces estaba siempre encendido. Hoy, prefiero la radio. Dejo en la emisora de siempre 104.5 FM. Escucho que después de tanto jale y jale, los representantes de los manifestantes y el gobierno aceptan ir al diálogo llamado por la Iglesia. «Al fin» me digo. Entre tanto, amigos y conocidos de la Facultad de Comunicación, arreglan fechas y horas para acudir a centros de acopio:


- ¿Vamos el jueves?


- Es el cumpleaños de mi madre, lo siento.

- ¿Y el viernes?


- Tengo que ir al aeropuerto.


- ¿Y el sábado?

- Lo siento, pero tengo que cuidar a mi abuela. Ahora soy yo quien se encarga de ella.

Era la verdad, con 23 años, me encontraba con la obligación de cuidar, proteger y alimentar a mi familia, yo solo durante los siguientes tres meses. «¿Qué haré si sigue el paro y la comida se agota, si ya no hay gas, si se me acaba el dinero, si nos roban?» Era el día número 16 del paro nacional en Ecuador, y aunque la situación se presentaba más tranquila, ataques a convoyes y el nulo apoyo de la Asamblea al Ejecutivo amenazaban con arder todo en menos de uno o dos días. Al final, pase lo que pase, gane quien gane, Ecuador ya había perdido mucho. Nadie aguanta dos paros en menos de cuatro años.

Día 18 del paro nacional en Ecuador. Cumpleaños número 56 de mi madre Blanca, se repite lo de hace una semana, no hay dinero, no se celebra. Sin embargo, es un día soleado, abrimos las ventanas, puertas, encendemos el televisor y vemos qué hay de nuevo.

- ¡Hay diálogo!


- Así dicen, ojalá firmen la paz. Sería un buen regalo de cumpleaños.

Dos horas después, sentados en la mesa y comiendo sopa de pollo, eran exactamente las dos y cuarenta de la tarde: “Leonidas Iza firma el acta de paz”, narra la reportera de Teleamazonas. La cámara se acerca a la mano del líder indígena, unos cuantos garabatos en una hoja con el futuro del país, y estrechón de manos. El 30 de junio del 2022 al medio día, el paro en Ecuador sentenciaba su punto final. Gritos de alegría en mi hogar, otros tantos alaridos de los vecinos. Las redes que explotan en últimas noticias. Y yo, lo único que pienso es que más tarde le compraré un pastel a mamá.


Firma de acta de la paz entre manifestantes y el gobierno. Fuente: Wambra Medio Comunitario.


Bibliografía:

- Wambra Medio Comunitario. (2022). Wambra Medio Comunitario | Facebook




Editores: Lcdo. Byron Rodríguez y Valeria Ocaña

Docente: María Sol Yépez




Nota:

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad de los autores y no corresponde a la opinión de MediaFacso.





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