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Solidaridad Sur: un colectivo social que ayuda a los habitantes de calle en Quito

Actualizado: 4 jul 2023

Solidaridad Sur es un colectivo social enfocado en brindar atención a los habitantes en situación de calle, personas con pobreza o pobreza extrema, niños y adultos mayores de la ciudad de Quito. El colectivo está formado por amigos y vecinos de la Ciudadela Atahualpa, al sur de la capital, a los que se han sumado voluntarios de otros sectores de la urbe por medio de redes sociales. Este colectivo cocina, acopia donaciones y reparte alimentos todos los jueves. La sede del grupo se encuentra entre la avenida Jipijapa y Vicente Cadena, junto al Centro de Salud de la ciudadela Atahualpa, en la parroquia La Magdalena.





Integrantes del colectivo Solidaridad Sur en una noche de repartoy en la sede. Fotos: Solidaridad Sur. [Página de Facebook]


Según un estudio publicado por el Municipio de Quito, en febrero de 2023, en Quito hay más de 1.500 personas que residen en la calle. Este mismo estudio revela que el Centro histórico es la zona con mayor cantidad de habitantes de calle, estimando un aproximado de 796 personas, lo que equivale al 53% del total. Entre este grupo vulnerable se encuentran también personas con enfermedades psiquiátricas, con problemas de alcoholismo y adicciones a las drogas. Además están quienes tienen casa, pero no tienen ingresos para subsistir y se dedican al comercio informal, al reciclaje o a la mendicidad.


Ante este problema, entrevistamos a Iván Salvatierra, fundador de Solidaridad Sur, en la sede de la asociación. Él es un abogado de 30 años que reside en la Ciudadela Atahualpa. En una banca, al lado de la cocina, Ivan nos cuenta que su interés por las causas sociales comenzó desde muy joven, ya que en el colegio, junto a sus compañeros, hacía voluntariado para una fundación que se dedicaba a ayudar a niños sin hogar. También relata que el grupo ha desempeñado este trabajo de ayuda social desde hace cinco años, cuando comenzaron repartiendo sánduches de mortadela con agua de panela a los habitantes de calle del centro de la capital.


“El colectivo comenzó como una acción de solidaridad hacia nuestros hermanos habitantes de calle, ya que al pasar por el centro veíamos que muchos dormían a las afueras de la Basílica o de la iglesia de Santo Domingo, por lo que decidimos una noche comprar panes y mortadela para brindarles un sánduche y que pudieran comer algo. También recolectamos ropa vieja o poco usada de nuestras casas para donarla a los habitantes de calle. Desde entonces, salimos todos los jueves de cada semana para ayudar a estas personas a soportar de mejor manera las frías noches de Quito”, señaló Iván.



Un habitante de calle en las afueras de la Basílica del Voto Nacional. Foto: Josué Zapata


El colectivo ha crecido considerablemente con el paso de los años, hasta el punto de ayudar también a personas de comunidades en extrema pobreza de otras provincias de la Sierra. Dentro de la sede, hay una habitación donde se guardan todos los implementos de cocina y se exponen todas las fotografías tomadas en viajes a otros lugares del país. Junto a esas postales, Iván nos menciona que “Gracias a donaciones de corporaciones de alimentos que gestionamos por medio de redes sociales, pudimos llevar lotes de víveres de primera necesidad a comunidades en extrema pobreza de las provincias de Cotopaxi y Chimborazo, donde había un gran índice de desnutrición en la población. Fue una experiencia muy grata, ya que la época en la que fuimos coincidía con la Navidad, y pudimos regalar también juguetes a los niños, y ver cómo nos recibían con una sonrisa”.



El colectivo Solidaridad Sur reparte víveres de primera necesidad a los habitantes de la parroquia Flores en Cotopaxi. Fotos: Solidaridad Sur. [Página de Facebook]



Día de reparto


Como cada jueves, el colectivo se reúne en la sede para comenzar con la jornada de actividades. Su objetivo es preparar alrededor de 250 a 300 platos de comida. En primer lugar, los coordinadores y el chef se encargan de traer los alimentos previamente adquiridos. En ocasiones, estos alimentos provienen de donaciones de voluntarios externos, pero la mayoría de las veces son autofinanciados por los propios integrantes del colectivo.


Malena Morales, coordinadora del colectivo Solidaridad Sur, es una madre de familia moradora del barrio que colabora en el colectivo desde el inicio de la pandemia. Nos menciona que el motivo que la llevó a unirse al grupo fue que al pasar por el centro histórico y ver a tantas personas habitando en calle, con problemas de alcoholismo y de adicciones a las drogas, siente el deseo de ayudar a estas personas para que al menos tengan una ingesta de comida fija a la semana.


Asimismo, Malena señala que “el colectivo no tiene ningún fin lucrativo ni político, tampoco estamos asociados con ninguna iglesia ni partido político, es un grupo de amigos que se unen con lo que tienen y con lo que la gente dona para ayudar a los habitantes de calle. No tenemos financiamiento de fuera. Entre los integrantes del grupo gestionamos la compra de alimentos, cada uno es libre de colaborar con lo que tenga, ya sea dinero o víveres. Toda persona es bienvenida en el colectivo y puede ayudar con lo que pueda, lo que importa son las ganas que tengas de ser solidario con los demás”.



Entrevista a Malena Morales, coordinadora de Solidaridad Sur. Foto: Josué Zapata


En un recorrido por la sede, pudimos constatar que, en este espacio, además de preparar los alimentos, también hay un centro de acopio de ropa, donde llegan todas las prendas donadas por la gente. Allí se clasifica la vestimenta en ropa de hombres, mujeres y niños, para ser entregada posteriormente en la ruta. En el transcurso de la tarde, mientras se prepara la comida, comienzan a llegar voluntarios que se suman a las labores de cocina, a la clasificación de ropa y a la limpieza de la sede.


Anthony Bonilla tiene 23 años y es estudiante de pedagogía en mecatrónica de la Universidad Central del Ecuador. Es residente de la Ciudadela Atahualpa y forma parte del colectivo desde hace tres años. Nos cuenta que su dedicación a las causas sociales viene de sus amigos del barrio que lo animaron a sumarse a esta iniciativa. Esto lo ayudó a valorar mucho lo que tiene y a darle importancia al voluntariado social.


En este sentido, Antony menciona que “los voluntarios llegamos para apoyar en lo que se necesite, ya sea para picar una cebolla, limpiar los baños, lavar platos o doblar y clasificar ropa. El objetivo aquí es organizarnos para preparar los platos de comida a los habitantes de calle, además de dejar limpia la sede para las actividades de la próxima semana”.


Anthony Bonilla, voluntario del colectivo, realiza tareas de limpieza. Foto: Josué Zapata


Con el paso de las horas, se puede observar a todos los voluntarios realizando diferentes tareas. En la cocina, unos se encargan de picar los vegetales como cebollas, tomates, pimientos, ajos, etc., despresar los pollos, hacer el arroz y preparar la bebida. En esta ocasión, el menú de la semana constaba de un seco de pollo. En otros espacios de la sede se puede ver a los voluntarios barriendo, lavando platos, limpiando los baños y clasificando la ropa que será entregada en la noche.


Daniel Zambrano, tiene 42 años y es chef del colectivo. Es oriundo de la ciudad de Chone, provincia de Manabí. Su pasión por el voluntariado inicia cuando fue invitado por Iván a una ruta de reparto. Allí se conmovió tanto por la situación que viven los habitantes de calle que decidió brindar todos sus conocimientos culinarios para ayudar a preparar comida para ellos. Actualmente trabaja en una marisquería al norte de Quito, pero todos los jueves por la tarde se encarga de la preparación de la comida en el colectivo. “Es muy agradable ver cómo llega la gente a la sede para ayudar en todo lo que se necesite. Los voluntarios ya saben que el jueves es día de solidaridad y dejan de lado sus actividades cotidianas para venir a ayudar a los habitantes de calle. Es gratificante encontrarse y compartir con personas que sienten la misma voluntad y pasión de apoyar a los que más lo necesitan”, mencionó Daniel.


Daniel Zambrano, chef del colectivo, prepara la comida en la cocina de la sede. Foto: Josué Zapata


En torno a las 8 de la noche, luego de culminar las labores de cocina y haber dejado limpia tanto la cocina como la sede, el colectivo empaca la comida entarrinas que posteriormente se pondrán en gavetas, que serán trasladadas en los carros de los voluntarios para el reparto. La ruta comienza desde el sector de Santa Prisca, en el centro de Quito. A la llegada del colectivo, los habitantes de calle hacen una fila ordenada para recoger su comida y su bebida, que puede variar entre café, té o jugo. Los voluntarios se organizan de manera que unos reparten las tarrinas, otros se encarguen de las bebidas, de las cucharas, de las servilletas y otros distribuyen la ropa.


Momento en el que se entrega los alimentos a los habitantes de calle. Foto: Josué Zapata


Posteriormente, la ruta pasa por el Colegio Mejía hasta llegar a la Basílica del Voto Nacional, donde se concentra la mayor cantidad de personas sin hogar. Este es el punto más álgido de la noche, pues la gran cantidad de personas que habitan en calle se hacen presentes. En este tramo, pudimos constatar que se procura hacer una fila ordenada para repartir la comida porque nunca falta aquella persona que se intenta colar. Entre los habitantes de calle que se acercan a recoger la comida, tambien se encuentran migrantes de otros países, personas que sí tienen hogar, pero no tienen sustento para alimentarse, madres con sus hijos que viven en situación de pobreza, personas con adicciones, etc. Todos estos son grupos vulnerables que reciben la ayuda del colectivo.


“Es increíble ver cómo los habitantes de calle se concentran en los alrededores de la Basílica cada jueves porque saben que llegamos para brindarles un plato de comida y ropa. Observar las caras de felicidad de las personas y ver cómo degustan los alimentos es muy bonito y te llena de energía para seguir ayudando a otras personas. Aunque en ocasiones también te parte el corazón ver cómo la gente vive en esas condiciones extremas, cómo es el frío y la inseguridad de la capital”, relató Anthony.


Voluntario reparte comida a habitantes de calle en los exteriores del Colegio Mejía Foto: Josué Zapata


Luego de este punto, el grupo se dirige hacia el sector de San Diego, precisamente cerca del cementerio. Allí se encuentran varios migrantes venezolanos con sus familias habitando en los alrededores de la plaza. Recién llegados al país, no tienen trabajo ni lugar donde vivir. Después, la ruta toma dirección final hacia el parque El Ejido, zona considerada como de alta peligrosidad debido a que allí habitan personas en situación de calle con problemas de adicciones a las drogas o al alcohol, que por diversos motivos se han quedado sin hogar. En este último punto, no hay demasiada interacción con los habitantes de calle, ya que a veces, por el consumo de drogas y alcohol, pueden tener comportamientos agresivos. El colectivo solo se limita a repartir la comida, las bebidas y a entregar la ropa.


Noche de reparto en el parque El Ejido. Foto: Josué Zapata


Para finalizar la noche, y luego de repartir toda la comida y la ropa, los voluntarios del colectivo se reúnen en la sede para compartir sensaciones e ideas acerca de la jornada de voluntariado. Es ahí donde los coordinadores agradecen por todo el esfuerzo que hacen cada semana por ayudar a los habitantes de calle con una frase motivadora, “Gracias por su colaboración, sin ustedes no pudiéramos ayudar a tanta gente. Buen trabajo y pueden romper filas”.



¿Còmo colaborar con el colectivo Solidarida Sur?



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